El Microcrédito

El crédito social, genéricamente considerado, además de al crédito prendario, engloba otras iniciativas de reciente implantación, la más importante de las cuáles es el microcrédito, una fórmula financiera que permite a los más desfavorecidos el acceso a las herramientas de producción, sin necesidad de que tenga que prestar garantía real o personal para ello.

Como es bien conocido, para que una entidad financiera conceda un préstamo a una persona, ésta ha de garantizar la devolución del mismo por medio de, o bien una garantía real (fincas, inmuebles, joyas, etc.), o bien una garantía personal de alguien con solvencia que pudiera hacerse cargo de la devolución del préstamo en caso de incumplimiento.

En el caso del microcrédito, la garantía es un proyecto empresarial con visos de éxito y perdurabilidad en el futuro. La garantía es la persona que lo presenta, su ilusión y sus ganas de trabajar. La garantía es la palabra del microcredista.

Esta modalidad de préstamo contra palabra o, más ajustado, de préstamo contra proyecto, supone una revolución en el mundo financiero tal y como lo conocemos.

Historia del microcrédito

El origen: Muhammad Yunus

El microcrédito es un término que poco a poco se va popularizando en todo el mundo, hasta el punto de que, a veces, se le da un sentido que desvirtúa su auténtica esencia.

El microcrédito nace en un lugar muy concreto y en unas circunstancias muy particulares: el Bangladesh de los años 70/80. Y fue inventado, implantado y popularizado a través del Graamen Bank por una persona muy especial, el Profesor Yunus.

Gracias a una beca Fulbright, un jovencísimo profesor originario de Bangladesh se doctoró en economía por la Universidad de Vanderbilt en 1969. Durante un breve lapso de tiempo, se dedicó a la docencia en USA, pero en 1972, Muhammad Yunus volvió a Bangladesh para incorporarse como jefe del departamento de economía rural en la Universidad de Chittagong, su ciudad natal, situada al sur del país.

Desde siempre, Yunus se mostró como un hombre profundamente observador, curioso e interesado por mejorar las cosas y la vida de las personas que le rodeaban. Su sistema de trabajo es de una simplicidad abrumadora: detectar los problemas, intentar comprenderlos y pensar en cómo resolverlos para mejorar las cosas.

Pero resulta que, muchas veces, lo más simple es lo más revolucionario. Como acercar a los estudiantes al campus universitario para evitarles desmesuradas pérdidas de tiempo en el transporte. Como compartir el espacio de un departamento para que todos los profesores tengan un sitio en que sentarse, aunque para ello tenga que menguar el despacho del jefe de departamento. O como conceder préstamos de pequeño importe y tasas de interés razonable a las personas que quieren iniciar un micro-proyecto empresarial y no tienen acceso al crédito bancario, quedando en manos de los prestamistas usureros.

La caída del caballo particular de Muhammad Yunus se produjo en 1974, cuando una terrorífica hambruna provocó miles de víctimas. “Se muere de muchas maneras, pero la muerte por inanición es la más inaceptable”, escribe Yunus en su libro “Hacia un mundo sin pobreza”. Contemplando, horrorizado, los estragos de la miseria, el profesor universitario decidió salir a las calles y, como gráficamente describe en su libro, adoptar el punto de vista del gusano, es decir, observar las cosas de cerca para verlas con mayor precisión y, en caso de encontrar un obstáculo en el camino, eludirlo para alcanzar con seguridad el objetivo.

La atenta observación de la realidad a pie de calle, las numerosas conversaciones mantenidas con decenas de personas sumidas en las situaciones más precarias le llevaron a una conclusión: con muy poco dinero, esas personas podrían aspirar a salir adelante a través de pequeñas iniciativas empresariales y comerciales. Necesitaban un capital inicial tan pequeño, tan exiguo, que los bancos comerciales tradicionales ni los consideraban como potenciales clientes. Primero porque carecían de avalistas y/o garantías para responder de la devolución del préstamo. Y, segundo, porque prestar cantidades de dinero tan pequeñas, sencillamente, no era rentable.

Fiel a su estilo de observar, analizar y buscar soluciones, lo primero que hizo Yunus fue avalar, personalmente, los préstamos que una entidad bancaria concedía a los más desfavorecidos. Y rápidamente pudo constatar empíricamente un hecho que ya venía presumiendo: más del 98% de los préstamos eran reembolsados.

A partir de ahí, finales de los años setenta y principios de los ochenta, Yunus se lanzó al vacío. Sin paracaídas. Y desde muy alto. Sobre la base de una sociedad con unas tasas de analfabetismo del 75%, tradicionalmente machista y que alberga a muchos millones de personas viviendo bajo el umbral de la pobreza, Yunus estaba convencido de que la banca tradicional, con sus formularios, comités de estudios, comisiones de aprobación, avales, garantías, etc. no podía dar respuesta a las necesidades de buena parte de la población de Bangladesh.

Para poder luchar contra la pobreza, contra la usura y contra la exclusión financiera, Yunus creó un banco, el Grameen Bank, basado en la confianza en las personas. En las mujeres, especialmente. E inventó una herramienta, el microcrédito, basado en la iniciativa de los clientes, en sus proyectos empresariales y comerciales. Y contra los más pesimistas vaticinios, contra las previsiones más catastrofistas, el Grameen Bank se mostró no sólo como solidario, integrador y beneficioso para la comunidad, sino también como económica y financieramente rentable.

El microcrédito en Europa Occidental

El concepto de microcrédito, como hemos visto, se ha popularizado y extendido por todo el mundo. Por supuesto, también ha llegado a las sociedades de Europa Occidental. Aunque su implantación, por supuesto, requiere de unas especificidades especiales. Porque las circunstancias de Bangladesh y las de España o Francia son, hoy por hoy, muy distintas.

Beneficiarios

Lo primero que tiene que ser diferente es el monto de los préstamos. Mientras que, en Bangladesh, con treinta o cincuenta dólares se pueden conseguir resultados, en las sociedades europeas, los importes medios de los microcréditos han de ser más elevados. De unos 10.000 euros, aproximadamente. Ello implica que, si bien se destinan muchos millones de euros a esta iniciativa, el número de microcréditos concedidos es menor.

En cuanto a la persona beneficiaria del microcrédito, también se detectan algunas diferencias. Aunque siempre hablamos de personas en riesgo de exclusión, en las sociedades occidentales, más de a mitad de los beneficiarios de los microcréditos son inmigrantes, que luchan por abrirse camino en sus países de adopción.

Apoyo en la gestión y seguimiento

Las diferencias culturales, religiosas y hasta idiomáticas hacen, pues, que la gestión del microcrédito, antes y después de su concesión, también presente matices diferentes en unos países y en otros.

Primero, la instalación y puesta en funcionamiento de los negocios que se abren con los microcréditos es complicada puesto que los permisos, licencias y burocracias que se requieren en las sociedades occidentales son muchos y variados. Difíciles de gestionar. Hay entidades e instituciones concedentes de microcréditos que ayudan a los beneficiarios a vencer estas dificultades y colaboran estrechamente con ellos en el levantamiento de los negocios.

Igualmente, una vez concedido el microcrédito y puesto en marcha el negocio, es necesario y conveniente hacer un seguimiento del mismo, acerca de cómo funciona y cómo evoluciona. Es necesario seguir apoyando a los microcredistas, arroparles en su trabajo y colaborar a que tengan éxito con él. La clave es la supervivencia de las empresas y negocios, para que la entrega de los préstamos consiga los efectos deseables de fomentar el autoempleo y generar riqueza.

La implantación de los microcréditos en Europa no se está haciendo de forma homogénea de tal manera que, mientras unas instituciones gestionan los proyectos desde su nacimiento y les siguen prestando apoyo después para colaborar y asegurar la prosperidad de los negocios, otras entidades se limitan a entregar el dinero.